Sirio Murai González. |
Según los que saben y creen en ello, tu carta estaba marcada para eso que muchos aspiran, pasan la vida persiguiendo y hasta son capaces de matar para conseguirlo. Entre tantos millones, estabas destinado para eso que toca, roza, acaricia a veces tan fugazmente que cuando se cae en la cuenta ya ha pasado, que la mayoria de los habitantes de este planeta -fundamentalmente los bípedos- desea, ansía conocer. Fama.
La vieja diosa del mundo romano te había elegido, entre tantos seres que vinieron a posar sus patas al mundo ese día, eligió tu carta, tu carta astral como uno de sus hijos dilectos.
Al analizarla, tu padre y tu madre te anotaron sin dudar en una prestigiosa institución, sin dudar que este te llegaría de inmediato, antes de la adultez. Con planes propios, opinaste que las exposiciones de gatos no era el lugar donde te sentías más cómodo, le bufaste al juez que sin tener en cuenta tus felinos sentimientos trató tu disconformidad de "carácter de mierda" y allí se acabó tu carrera de modelo o cat symbol, más la paciencia de tus padres.
Los años se desgranaron en la rutina de la vida familiar, la ruptura de esta, y no sin cierta desazón te dejaron en casa de tu padre y mi mamá sin haber avanzado ni un casillero en tu marcado destino y con un carácter más que huraño; tu padre casi te devuelve. Te salvó tía Betty que cuando intentaste escapar te persiguió, te atrapó con experiencia de rugbier o proteccionista experta, te tuvo en brazos hasta que te calmaste y desde entonces fuiste otro gato. Otro gato casero más por años.
De la fama, nadie se acordaba ni esperaba nada de un gato senior que aun podía mostrarse seductor con las amigas de tu nueva madre, a la que acompañabas en su hobby o trabajo de escribir, investigar, meterse entre viejos registros históricos hasta la hora que fuera.
Tu enfermedad enloqueció a los que son de fácil enloquecer, no se sabía si vivirías, días de visitas al veterinario, te habías convertido en una mínima expresión de hueso y pelo. Nadie que explicara que hacer cuando el azul de tus ojos no víó más la luz; improvisando se encontraron un día a mamá en cuatro patas, mostrándote los caminos de la casa, como llegar al baño tuyo por ejemplo. Y en medio de ese pandemonium de pañales felinos, viajes a la clínica y recorridos de rodillas para que reconocieras los espacios, surgio la posibilidad de ser un personaje en un libro. Un libro de los tiempos míticos, cuando Roma no existía pero ya se perseguía a la Fama, donde había lugar para un felino.
Fuiste el único personaje que apareció con su nombre real, mencionado hasta en la última página del libro como el ejemplo de la lealtad con buenos vientos y en la borrasca. Hasta tu foto se hizo célebre, y de la mano de hada de escritora de Tía Isabel,al fin llegó la fama que marcaba tu carta. Como dice ella, te sentó muy bien, porque te recuperaste, aun ciego escuchabas voces de otras escritoras, maullabas de deleite, escuchabas a tu Tía y disfrutaste dos años más de saber que un gato, quizás la unica carta marcada de ese día para la posteridad, por tan complejo camino de alguien que no había sido siquiera parte de tu familia original, te había ayudado a cumplir con su destino.
Miss Lizzie Crabb.
Dedicado a Sirio Murai González.
Dedicado a Sirio Murai González.