miércoles, 16 de abril de 2014

Pérdidas totales.

En medio de una situación que me ha causado gran dolor, a los que dicen "hay cosas peores" me permito recordarles que no me las han contado, las he vivido y mirado a la cara, enfrentado y otros 'ado'. Es por ello, que ni el humor ni la ironía me ayudan a mi en lo mio, ni a la gente de Valparaiso en su ragedia. De poco consuelo y hasta este duele a veces, pero los entiendo, de alguien que pasó la  prueba del fuego.

La mayoria de la gente, cuando escucha hablar de perdidas totales, lo asocia a cataclismos que ocurren en regiones remotas, generalmente las mas pobres, que como si no les fuera poco con esto, tambien tienen que soportar lo otro.
No tienen idea de que significa. Por esta parte del mundo donde me ha tocado en suerte vivir, a salvo de huracanes, terremotos e inundaciones, la mayor parte de la gente no tiene idea que significan estas dos palabras.

Es algo remoto, lejano, a lo sumo una inundacion que afecta a los mas pobres que viven casi sobre el curso de algun rio, zonas bajas no solo por lo inundables sino tambien en nivel educativo y adquisitivo. En la clase media y alta, se diluyen hasta la nada; es algo que solo les pasa a los 'negros', 'mersas', jamas a ellos.
Debo ser una de las pocas 'blancas' definiendome en estos terminos que conoce hasta la raiz de estas dos palabras. Perdida.
Perder. Dejar de tener, o no hallar, aquello que poseía, sea por culpa o descuido del poseedor, sea por contingencia o desgracia.
Totales.
 Todo. General, universal y que lo comprende todo en su especie.Desde la pasta dentifrica hasta la ropa interior para el otro dia, pasando por todo el arco que queda en medio: menaje del hogar, tu ropa, objetos personales, cosas queridas, lo necesario y lo imprescindible, recuerdos.Todo.No tienen idea del dolor que supone, ademas del esfuerzo titanico para levantarse. No es una de esas caidas elegantes que uno trata de disimular, o que disfraza de un paso de baile. Es un palazo seco en los tobillos y como caiste, quedaste. Mal o bien quedaste ahí, caido y atontado; ya veras como te levantas y andas.No tienen idea del dolor del golpe, de la sensación de ira desaforada que te invade hasta la ultima celula, que se agita y mezcla con una tristeza sombria negra, fria como las lagrimas, esteril como la sal que estas contienen. No tienen idea de cuanto te cuesta moverte.
No saben que cuando te mueves lo haces por necesidad, una necesidad de ayuda que pocos entienden: de ayuda material pero de otra mas sutil, de apoyo, de afecto. No entiendes que cuanto te mueves de forma que parece un tornado es una forma de descargar esa ira que te carcome hasta la medula, o eso dicen cuando te toca solo remover los escombros de tu vida, sigue la tremenda necesidad de ayuda que necesitas y tan pocos dan. No tienen idea de cuanto necesitas apoyarte, un bastony hasta por un momento un buen piloto de tormentas al que cederle el timon de tu vida, porque estas tan perdido que no sabes que rumbo tomar.No tienen idea lo que cuesta recuperar cada fragmento de lo que hasta que por un capricho del azar, alguna chispa divina o maldita, hasta el techo que tenias por sobre tu cabeza se ha ido al monte carajo y alla tambien todas las certezas de tu vida.
No tienen idea de lo que te cuesta en contante y sonante recuperarte de ello, porque toda ayuda si es que llega a materializarse sabe a magro subsidio, pues ni el mejor seguro va a reponerte de una y tan facilmente todo lo que se fue, y si es que algun dia logras equiparar la balanza,no te quitara ni el dolor punzante que te aguijoneara cuando te venga en mente algun recuerdo familiar que ya no esta, ya sea una simple vasija de barro o la porcelana inglesa de tu abuela, ni cuando busques una foto de algun ser querido, o busques un documento que pruebe quien eres.

No tienen idea de que necesitas, si abrigo, cobijo, afecto, dinero, u hospedaje. Y que cualquiera de estas cosas es poco, porque en el fondo lo que se quiere es lo de antes, malo o bueno, como fuera, pero las cosas tal como estaban antes del desastre. Quiero mi vida como era, sera tu lema.

No saben que pueden dejarte hasta cicatrices improntas en la piel.

No saben lo que es, luego de pasado el temporal, sentarte en un nuevo principio mirando lo que te ha costado mas que los doce trabajos de Hercules y sabe a vacio y cuatro cosas locas, no tienen idea de cuanto va a dolerte el cuerpo después de ello, a veces sin la comprensión de nadie.

No saben que despues de esto, no habra en el mundo ni en todo el espacio un sitio seguro para poner a salvo lo que consideras valioso.
No tienen idea que detrás de estas dos palabras, siempre hay alguien de carne y hueso. Gente.

Gente que siente y necesita.

lunes, 7 de abril de 2014

Crónicas del mar III. Que Neptuno me perdone.

Las playas del sur de la Perla del Atlántico.
Ahora en medio de los días grises y lluviosos del otoño, el mar parece una cosa lejana a la mayoría de las personas, esas que se pasan el dia en la arena y apenas se mojan los pies. El estío es un recuerdo de pasado buen tiempo hasta para los que fuimos a visitarlo cuando el verano ya perdia el nombre.

Ni osada ni amante de las emociones fuertes –porque con el machismo del castellano, aventurera puede ser mal interpretado- mi ía junto a las olas fue lisa y llanamente algo mucho peor: realista.
Quizas debería empezar por pedir disculpas a todos aquellos que no se dieron cuenta hasta muy tarde y casi mueren de un soponcio de verme en lugares inesperados, lanzarme al abordaje de navíos y por muy poco –maldita lluvia- hasta disparar un arma…
Si bien reconozco mi gusto por los viajes y el turismo, que nada tienen que ver con quedarme echada en la arena como un lagarto para mojarme luego los pies para remojar callos al estilo de este país (aunque dias de playa tuve), tampoco tengo pasión por los deportes extremos y si bien lo que diga cada cual con lengua no me quita el sueño, tampoco tengo ganas de meter en once varas a los que nada tienen que ver con mi quehacer.
Una vista a través del bauprés.

Dicho en buen cristiano, nunca tuve la menor intención de despeinarme para parecerme a la Medusa mientras me mecía el viento usando una vela trinquete como hamaca paraguaya, acalambrarme los pies descalzos en medio del frio corriendo el riesgo de darme un baño nocturno en agua de mar helada, mostrar mi agilidad para pasar de un barco a otro ante la cara de asombro de los del metier, o en el peor de los casos descogotarme si me caía. Al menos ya iba con experiencia en disparar armas de avancarga de otros siglos, lo cual en su momento fue menester confesar por el olor a pólvora impregnado y no había riesgos de organizar una auténtica batalla naval.

Partida del Cisne Branco de Brasil.
Solo se necesitaba un poco de la comprensión de los hermanos países vecinos, dado que el tamaño de sus embarcaciones se aproximaba un poco más a la realidad de lo que a mí me toca corregir, y si bien del tema conozco algo y puedo imaginar algunas cosas, hay  diferencia más que notoria entre una imaginación a todo trapo como la mía y la realidad. Necesitaba sentir, recordar los alfilerazos de las ráfagas del helado viento nocturno que no solo me dejo en aparicencia hecha una bruja, sino que ante mi vista un pañuelo de seda empezó el proceso de desarmar su trama ante mis ojos con lo que no había sido una dulce caricia de Eolo. Puedo imaginar el miedo y el vértigo de quien se enfrenta por primera vez en su vida a la altura, salvo que es notoria la diferencia entre estar parada en lo lo más bajo de las alturas accesibles y mirar  hacia abajo (eso que dicen mil veces que no hay que hacer) y la verdad es que si el estómago no se retuerce de un sano temor, las neuronas gritan todas al mismo tiempo ¡PELIGRO! porque al agua se la ve realmente muy lejos.  No es lo mismo imaginar el frio de quien está parado sobre una vela que –diferencias de materiales de por medio- sentir bajo la planta de los pies desnudos los dobleces  que se amoldan al pie o le molestan, la humedad que transmite y la dificultad de moverse con rapidez sobre ellas y hasta de  hacerse comprender con otros desde allí pese a la quietud de las amarras.

Pasar de un barco a otro con un pareo de seda que arremolina el viento, algo sencillo hoy para mí al mismo nivel, pero imaginar a damas de otras épocas con sus trajes  por sencillos que fuesen que no podían ver sus pies,  cuidandolos de roturas amén de no mostrar las piernas subiendo y bajando en condiciones de precaiedad extrema era una hazaña invaluada en esa y esta época.


Barrio Los Troncos, barrio residencial para soñar.
Supongo que muchos escritores no se toman ni la mitad del trabajo, gusto o aventura y se largan a escribir ya sea sin ton ni son o lo que les pinta, es así como he encontrado errores garrafales en muchos –recomendados por las máximas autoridades- que me dan ganas de cometer un doble homicidio: autor y editor por delito de falta de conocimiento que puede encontrar en otro libro sin tener que ponerse en el límite de su capacidad de aventura. Llegado el caso puedo decir que ambos me juraron que el arma tenia balas de salva y estoy practicando para mi próximo thriller que se llamará “Matando ignorancia” y que por mis tropelías, los días de playa y paseos que Neptuno me perdone.

martes, 1 de abril de 2014

Cónicas del mar. La canción de las olas.

Desde el leve rumor de las olas pequeñas, aprendizas de montañas de agua gigantes, su canto constante en la playa o rompiendo en las rocas, la canción de las olas, acompaña.
El canto de algún ave al vuelo, el viento y las neviscas, algo que puede o no estar. La tierra que como una madre envuelve. Las aguas de algún fondo que se vuelven refugio, morada, abrigo.,mitigando tempestades y el vaiven de superficie. Y siempre, en la calma o la tormenta, el arrullo de la canción de las olas.

Para ellas no son "chicos", sinó hombres, algunos certificados de golpe, en medio de intereses que ni ellos ni los de más alto rango conocian o valoraron acertadamente, que tuvieron su cita con el destino para entrar con nombre y apellido, o de incognito en la Historia.
No son menos importantes que quienes desde hace mas de siglo y medio los acompañan: un africano violinista, una joven africana trabajadora doméstica, marinos de toda nacionalidad pidiendo asilo, un joven africano, una africana entrada en años, y un matrimonio: Victoria y su esposo.
Escuchan  todos juntos, mas alla de todo interés de gobiernos, del tiempo, la eterna cadencia de la canción de las olas que no los abandonarán jamás.


Ilustraciones. Cortesia homenaje fragata ARA Libertad; paisaje de Isla Soledad. Cementerio de Darwin (1982). Cementerio de Puerto Luis (1762-1833) vista satelital.