Vida sana - Vs - La Calle. Club Ferrocarrill Oeste, Buenos Aires. Alyxandria Faderland. |
Llevo la contra como estandarte como dice la canción. Y si, Salí
ANTI. Anti ídolos populares (la mayoría me producen vergüenza ajena cuando no
directamente asco), anti deportes, anti… anti lo que me quieran imponer como
tendencia o cosa que tengo que hacer o ser devota.
Así, con muchas cosas que la mayoría sigue en manso rebaño
los dictados del siempre esquivo de identificar ‘mercado’, los que no seguimos este camino entramos en la
categoría de lobos esteparios –me cacho en vos, Hesse- que nunca miró el Animal
Planet para enterarse que los lobos son animales muy gregarios; o en la no
menos florida categoría más odiada de ‘ANTI’.
Y en eso, también cae el futbol. Sin que me lo metan por las
narices, ya tiende a dormirme…. No tiene la agilidad y la velocidad del
básquet, no se practica en ceñidas zungas como los deportes acuáticos y los
partidos se ven en la TV como si fueran muñequitos que no permiten ver las
facciones –por suerte, a veces- de los jugadores. Nada que atraiga, no hay
misterio, suspenso, épica, vértigo (salvo en las palabras que meten los
comentaristas y publicistas para venderlo); no es raro que en 10 minutos o
menos en esos pesados días porteños para que me esté degollando a bostezos o dormitando con
ganas de matar a los que hablan del juego soporífero como si estuvieran viendo cómo
convertir una piedra en oro.
En general el año transcurre sin que me moleste, pero ahora
cada cuatro años tenemos un bombardeo por el cual hasta el planeta Tierra
debería dejar de girar. Si en los tiempos clásicos eran los Juegos Olímpicos,
ahora es el Mundial de Futbol que no tiene siquiera a su favor el hacer cesar
los conflictos bélicos como hacían los primeros porque tranquilamente pueden
seguir los bombardeos sobre los que
miran lejanos partidos de ídolos que cobran fortunas en recónditas trincheras,
ni molesta para nada verlo en un soporte portátil mientras se dispara un arma
sin piedad.
Sin piedad también machaca cerebros para que el público
mayoritariamente masculino se apoltrone a echar panza y ver todos y cada uno de
los cotejos, las repeticiones, con una tanda publicitaria machacona, redes
sociales y hasta invadido el privadísimo mail con consignas que de tan
machistas dejan hasta mal parados a los hombres. Antes de correr a encerrarme en un convento
de clausura o conquistar una isla lejana, se me ocurrió poner a prueba un
firewall: fuego contra fuego. Practicado en un partido de primera B pareció
funcionar cuando grite con toda la bronca que me dan las imposiciones la
palabra Gol y me le colgué del cuello y
casi trepo al masculino acompañante atenazándolo con las piernas. Con mi peso
no le rompí la columna pero con mi voz le debo haber destrozado un tímpano o mínimamente
provocado una pérdida de audición. Si, pidió piedad sin entender porque bailaba
la danza de la lluvia en el medio del living. Y con horror comprobó que estaba
lista la camiseta de la Selección Nacional, la bandera y otros artilugios,
incluyendo la gata, firme frente a la pantalla. De solo pensar que le esperaba
un mes con alguien que no pensaba mover un dedo en la cocina para no perderse el fenómeno (para eso está el
delivery) lista a criticar el color de las camisetas, putear
al árbitro, a su madre, al lineman, mirar a la selección del país y de los
países de mis amigos, vecinos –justo que vivo en un barrio multirracial donde
se pasean de kipá y se vende carne árabe- y encima babearse con los muchachos
buenos mozos que la cámara enfoque, no demoró en batirse en retirada, comentando lo bien que
lo íbamos a pasar por mi casa.
No es unirse si no puedes vencerlos, es lo último que se le
ocurrio a esta Anti…. Porque hasta que al más macho de los machos se le ocurra pensar
que un auténtico macho alfa –poderoso, con guita, influencia y medios- lo está
teledirigiendo para que haga lo que él quiere, como decía mi abuela, para eso
va a haber pajaritos nuevos….