Era sabido que algunas cosas poco van a durar: es que en este caso corro con todas las deventajas: soy civil, soy escritora, investigadora y como flor que le falta al ramo: mujer. Demasiado para una pagina institucional del Buque Escuela argentino, que mas de uno se encontró pensando ¿Qué se tomó esta mujer para escribir esto? Es que se me ocurrio presentarles a la escritora estrella de habla hispana felina, sin confesar que por estricta prescripcion medica me desayuno con .... Opio y casi mato a la Comisión Directiva de un soponcio...
Permítanme presentarme, soy Miss Lizzie Crabb - y perdón por la falta de modestia- soy una gata con algo de ascendencia de los Bosques de Noruega,
pensadora, una pata literaria con peso
propio, tengo grado de grumete de goleta (aunque lo más profundo que conozco es
la bañera de mi casa) y soy ferviente
defensora de los derechos de los míos. Y me gusta la historia, tengo a quien
salir…
Hecha la presentación, les planteo algo. Animal. Yo.
Ustedes. Usualmente la palabra animal se usa para definir a una persona grosera
o mal educada; decir de alguien que es un caballo para referirse a alguien
bruto o inculto y sobran animales para referirse a las chicas que venden besos
por cuenta propia o en un burdel.
Nadie diría que los nombres
comunes de estos nobles animales se usan
como un adjetivo calificativo honorable, sino más bien todo lo contrario. Nunca
mejor dicho, como VULGAERT FOMAEMELSER (creo que se entiende ¿no? Ah, ¿no?. Bueno.
Vulgares insultos). Sin embargo tenemos intacta
nuestra dignidad y nuestra animalidad, a pesar de los insultos los hemos
acompañado en todas, en
las buenas y en las malas.
Pero como esta es una página dedicada al mar,
se me ocurre traerles a la memoria a
aquellos que también han surcado las aguas anotados como simples mercaderías,
sin los cuales no hubieran ido muy lejos: por supuesto, mis congéneres.
En épocas de bellos barcos a vela, sin equipos
frigoríficos donde la comida se deterioraba rápidamente, los animales viajaban en pie, con una
esperanza de vida que no iba más allá de la próxima comida. Se cargaban
animales para consumo durante la travesía y su ingesta estaba regulada según la
duración del viaje, los vientos y demás contingencias. Las provisiones ‘de la
comida’ no se medían con la misma vara que para los humanos, el agua era un
bien valiosísimo, y es de imaginar a quien se la regatearían primero además de
ser siempre poca: es que además de espacio, se necesitaba que el bicherío no
hiciera gran cantidad sus necesidades
fisiológicas. Si bien hasta los humanos… apestaban, con semejante bouquet de
aromas, la tradicional alarma de haberla dado nosotros con nuestro más fino
olfato hubiera sido ‘Se huele navío’.
Los pobres pollos, gallinas, patos que tenían
la suerte de viajar en cubierta con más aire pero soportando las inclemencias
del tiempo, distintas clases de ganado
en los sollados, se mantenían con vida mientras siguieran produciendo otras
clases de alimento. Dejar de poner huevos a una gallina le auguraba un seguro destino de
olla, o dejar de dar leche por mala alimentación a una vaca le sellaba el
pasaporte para ser asado, guisos y todos los platos que pudiera servir. MEGET
SMERTEFULDE....o muy triste.
Los caballos, no son toscos, son tan educados
que además de ser entrenados durante eras como medio de transporte, locomoción,
tiro, herramienta agrícola, y hasta comida en épocas de MAGERT (vacas flacas). Para mucho señorón era un
honor pertenecer a la caballería y no a la infantería (viles humanos que iban
sobre sus patas nomas) y si tenía que viajar consideraba un equipaje más a su
equino, que debía refrenar sus instintos de salir a todo galope de una
estructura que se movía, y debía dominar su mareo, su miedo al miedo, a los
embates de las olas sobre sus lomos, e ir en pos de la conquista de nuevas
tierras y reproducirse…. ¡pero que no se le ocurra hacerlo en el viaje! Nadie
quiere los devaneos de una dama equina ni los celos enloquecedores de los
caballeros, de modo que las yeguas fueron las segundas –históricamente hablando-
en probar un DIU. Antes de abordar, en el cuello uterino se les colocaba una
piedra de tamaño adecuado junto con una pasta de hierbas que trataban de
impedir la infección, sellando cualquier intento de dar vida durante el viaje,
o que se apararearan con un caballo por debajo de su estirpe.
Ni gusanos ni ratas se salvaban
de ser comida, ni por andar en las
sombras o en recovecos, siendo las últimas hasta casi un manjar. Nosotros
supuestamente, como nos fue poco con la persecución por brujería -como se definió durante mucho tiempo
al conocimiento o lo que no se entendía- viajamos por los siete mares con la
intención de mantener un nivel de ratas mínimo, en barcos mercantes u otra vez
los acompañamos AF DER GODE ELLER
DARLIGE (por las buenas o las malas) y todos los ANIMALES juntos nos hemos asomado al peor de los abismos, y
hasta hemos dado un paso más allá del borde metiendo patas, garras, cascos para
zambullirnos en ese Averno llamado KRIG:
guerra
Desde donde el tiempo se torna
neblina difusa, pusimos nuestras patas on
board en las primeras naves y navegamos ganando nuestro sustento en
ratas y sobras de comida. Aprendimos a trepar por mástiles desde antes de los
mercantes fenicios de larga distancia, hasta los magníficos navíos de tres puentes. Nosotros tenemos toda una historia arriba de
las olas, más experiencia que un almirante, trepamos por los palos con más
gracia y elegancia que los gavieros, dimos clases de como caminar sobre las
vergas, FORESTIL DEM (imagínense) éramos parte de la dotación y según la tradición
era augurio de la peor suerte hacerle daño
a un gato marinero. Es más, cuando un barco iba a ser hundido o apresado,
durante la guerra con ese tal Napoleón, junto con lo que no deseaban que fuera atrapado por el enemigo,
se arrojaban también al agua en cajas
que flotaran los gatos. El buque perseguidor los recogía junto con los enseres
que lograra salvar en semejante pelotera. Eso si había suerte y tiempo, de lo
contrario, allá íbamos todos juntos a cantar con las sirenas, o aun sin que
mediara amenaza alguna si simple y llanamente algún ignoto bajel se hundía....
Curiosamente ningún pintor nos
retrató a bordo, ni un soberbio navío con toda su tripulación animal sin
importar el número y el tipo de patas, porque sería digno de ver un barco que
navega en solitario y debe apañárselas como puede, o no estimaron
suficientemente artístico los barcos de suministros de los convoyes, arcas de
Noé cargados de marinos con destino de
futura comida . Alguien debería reconocernos el mérito a todos aquellos
que desde una modesta marmita u horno contribuyeron con lo más valioso que
tenían su vida y su cuerpo, para alimentar las anisas de explorar, de conocer,
de superarse del ser humano nutriendo a
incontables generaciones de
marinos. ¿Carece de sentido recordarnos? ALDRIG.. Nunca. Nuestra integridad (como la de los humanos), quizás
no sea gran cosa, una minúscula burbuja, pero dentro de esa minúscula burbuja,
somos libres, y por pequeña y frágil que sea, es algo que no debemos perder,
dejar que nos la compren, nos la roben, nos la quiten, porque solo en esa
pequeña burbuja, somos libres. (de V, de Vedetta), frase a la que adhiero con
todas mis patas.
Y con esa integridad, los hemos
acompañado, mal o bien, obligados o libres hasta el mismo infierno y sin
embargo muy pocos recuerdan las batallas que peleamos por ustedes. Insisto,
dentro de mi burbuja de integridad felina, BEAERET OVER AT VAERE DYR. Honrada
de ser animal.
Ilustraciones: Miss Lizzie Crabb, gata literata.
Pintura de los Roux: Corbeta de guerra danesa. ¿Cómo lo sé? Fácil, lleva enarbolada la "Daaenbrog", bandera de guerra de este país, que tiene la particularidad de tener tres banderas.
Pintura de los Roux: Corbeta de guerra danesa. ¿Cómo lo sé? Fácil, lleva enarbolada la "Daaenbrog", bandera de guerra de este país, que tiene la particularidad de tener tres banderas.